¿A qué te estás dedicando exactamente en este momento?
Al igual que desde mi llegada a Suiza, me dedico a la arquitectura. Sólo que en aquel momento vine a estudiarla y desde hace casi 10 años ejerzo la profesión, proyecto, construyo… Y casualmente, desde hace cinco años, trabajo para otro tucumano, Otto Krausbeck, quien está aquí desde 1996.
¿Cuándo te diste cuenta de que estás haciendo tu vida fuera de Tucumán?
Probablemente el momento exacto en el que me cayó la ficha fue cuando nos casamos con Bárbara (en 2007), poco tiempo después de recibirme. Hasta antes de conocerla, tenía siempre la idea o la perspectiva de volver una vez terminados los estudios. En cambio, de ahí en adelante no volví a pensarlo.
¿Qué te impulsó a mudarte?
Gané una beca para estudiar Arquitectura en una universidad prestigiosa aquí en Suiza, pero la beca imponía empezar desde cero la carrera (yo ya había hecho un año y medio en Tucumán) y quedarse hasta terminarla (6 años).
¿Te mantenés conectado con las cosas que pasan en Tucumán?
A decir verdad, cada vez me informo menos sobre lo que pasa en Tucumán. Llega un punto en donde sos más local aquí que allá, y leés más las crónicas del “Corriere del Ticino” que las de “La Gaceta”. Empezás a conocer más a los políticos, los problemas y las necesidades de aquí y te hacés una cultura de tu vida cotidiana.
¿Qué es lo que más y lo que menos extrañás de Tucumán?
Lo que más se extraña son sin dudas los afectos, la familia, los amigos. Y lo que menos se extraña es el caos de la ciudad, el smog, el hollín de la zafra, la inseguridad en las calles.
¿De qué tenemos que estar orgullosos?
Creo que la calidez de las personas es una de las virtudes más grandes de los tucumanos.
¿Y qué cosas no te enorgullecen para nada?
La corrupción, la cada vez mayor diferencia entre ricos y pobres...
¿Qué tenemos para enseñarle al mundo y qué tenemos que aprender?
Sobre todo hay mucho por aprender: a pensar más en el bien común y menos en el exclusivo bien propio. Esta frase puede aplicarse a prácticamente todos los ámbitos, desde la política a la convivencia entre vecinos. Es un concepto muy presente en Suiza.
¿Qué le aportó Tucumán a tu formación?
Le puso el arte de arreglárselas con poco. De improvisar y hacer de la necesidad una virtud.
¿Te gustaría volver?
Hoy por hoy, no. Estoy aquí desde los 20 años (hoy tengo 35) y mi vida adulta se desarrolló toda aquí, armamos una familia, tengo dos hijos espléndidos que empezaron la escuela aquí. Estoy superando el punto en el que me sentía extranjero aquí y allá... porque hace unos años añoraba todo el año ir de vacaciones a Tucumán para sentirme “en casa” y en un cierto momento eso no pasaba más. Me encontraba en una especie de limbo: me sentía de afuera en Suiza y en Tucumán. Los recuerdos que uno tiene sobre Tucumán son recuerdos “idealizados”. Cositas que, cada vez que volvés, no encontrás o no son como te las acordabas.